Una visita al clan Denali(Tanya)

Ultimamente me encontraba algo inquieta al saber que los demas clanes estaban en mucha actividad, sabia que el clan cullen crecia y que los denali eran gran amigos de ellos por lo que tome la desicion de hacerles una vicita y ver que podia averiguar antes de dar un paseo por los caminos que transitaban los cullen.
Llegue a la casa denali, llamo la puerta y espero.Sabia que alguien encontraria, el aroma de otra vampira ya llegaba a mi desde dentro.

El día de mi visita a casa de los Cullen había llegado, por lo que me despedí de mis hermanas con las instrucciones pertinentes, y dejé que se marcharan todos de caza mientras yo me hacía la maleta, sí, en singular.
Inspiré el aroma de mi casa por última vez, y me aproximé a la puerta con la mano hacia el pomo de ésta, cuando alquien picó. Sin pensarlo, abrí la puerta pensando que sería Kate y sin prestar atención al aroma de aquella vampira... no, no era mi hermana, y al abrir la puerta lo supe y ahogué un grito de susto. ¿Qué diablos...?
- Sulpicia Vulturi.- la reconocí con el ceño fruncido y voz amarga.

Cuando ella abrio la puerta no parecia muy feliz por mi visita, sonrei satisfecha y pase por su lado entrando en la casa.
-Tranquila no tienes por que espantarte querida solo vengo de vicita-sonrio un poco y me llevo una mano a la cintura.
-Una visita de cortecia-conclui mirando a mi alrededor.

La Vulturi entró sin ser invitada,a lgo que yo odio profundamente y no pude evitar ahogar un gruñido en mi pecho.
- Siento decepcionarte, pero ya salía.- le escupí con amargura y frialdad.
Los odiaba. Odiaba a los Vulturi por la muerte de mi madre y por sus medallitas puestas por ellos mismos tras sus crímenes. Eran asesinos indeseables que no merecían perdón de nadie. Ni siquiera el mío.

La observe luego a ella, su educacion dejaba mucho que desear.
-Buenos si quieres puedes irte, yo me quedo-digo mientras camino hasta un sofa y me siento comodamente.
-Hablere con alguna de tus hermanas no tengo problema-aseguro sonriendo un poco para mis adentros.

Forcé una sonrisa cordial y me acerqué a ella, sentada en MI sofá. Aquello empezaba a molestarme de veras.
- No están.- le avisé.- Y no deberías perder tu tiempo con nosotras, Sulpicia. ¿Aro no te necesita?
Ahogué una pequeña carcajada. Quizás Aro la tenía tan abandonada que ella debía de ir a buscar fuera lo que no encontraba en su preciado maridito.
Sin embargo, se había equivocado de casa. Allí sólo encontraría odio y sed de venganza.